Para diferenciarse por completo de sus antecesores, a Rodolfo D'Onofrio le faltó solamente quitarles las llave del club a los barrabravas. Bajo su mandato, River recuperó la gloria deportiva tras su fugaz paso por la B Nacional y fortaleció su músculo económico cuando el rojo financiero comenzaba a ser una amenaza inquietante. Sin embargo, el presidente riverplatense no encontró aún la receta para erradicar a los violentos y evitar que la barra brava cocine negocios millonarios dentro del mismo club.
Como sucede con otras barras, la de River, denominada "Los Borrachos del Tablón", engordó durante este año su recaudación en línea con el exitoso recorrido del equipo. Para la final de la Copa Libertadores, el punto máximo, orquestó un plan que requirió de cierta complicidad del club y de los responsables del operativo de seguridad. Consistió en reducir los controles policiales a la tribuna Sívori, el sector que colonizan los barras. El propósito fue facilitar el ingreso en el estadio de gente sin entrada y de aquellos que compraron entradas falsas en la reventa.
Como una máquina perfectamente aceitada, una suerte de guía-coordinador digitaba el miércoles pasado el ingreso en la Sívori. "Esperá acá. Andá por allá. Pasá por el molinete 76", repetía como órdenes casi imperceptibles. La comunicación entre el "coordinador" y los encargados de custodiar los molinetes era con miradas, movimientos de cabeza, en códigos.
"Probá por el otro molinete o intentá de vuelta por acá en un rato", se plantó débilmente el custodio del molinete 76 cuando dos personas intentaron pasar y la luz roja del acceso comprobó que los tickets eran falsos. A los cinco minutos, intentaron cruzar nuevamente, con la misma entrada y un puñado de billetes de $ 100. Como ellos, hubo más.
El lucrativo negocio negro de la reventa se retroalimenta: los mismos responsables del control reinsertan a veces los boletos en el mercado. Para entrar en la Sívori, el miércoles pasado hubo tickets falsos que ingresaron hasta tres veces por el mismo molinete. ¿Cómo? El responsable de vigilar el acceso distingue el ticket con una marca que sirve de contraseña para que en otro eventual control un compañero suyo sepa de que se trata de una entrada ilegal y que deberá liberar el paso.
A pesar de la magnitud del operativo de seguridad del miércoles pasado, que tuvo 1600 policías de la Federal y 600 efectivos privados, las complicidades quedaron al desnudo. Para ingresar en la tribuna Sívori, por Udaondo, apenas hubo un control. En cambio, para acceder a otros sectores, hubo hasta seis cacheos. Incluso, algunos de ellos, con una aplicación electrónica para distinguir entradas falsas, el nervio de la financiación de los barras.
La fiscalía con jurisdicción en la zona, que ya avanzó a fondo en causas vinculadas a los nexos políticos y a los negocios de los barrabrava de River, inspeccionó ayer el Monumental con el fin de comprobar el ingreso ilegal de pirotecnia y de público sin entrada. La fiscal Cecilia Amil Martín buscó pruebas para comprobar lo que todos saben: el vínculo de acero que une a los barras con los dirigentes. Pasa en River, pero también pasa en Boca. Se naturalizó tanto que sucede en todos lados.
Fuente: Nicolás Balinotti, Canchallena.com
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